El Picante de la vida
Llegamos a Perú hace unos meses, con la ilusión de remodelar y decorar nuestro Nuevo hogar, tener por fin nuestra familia cerca y poder tejer pequeños grandes recuerdos juntos; empezamos como siempre, con mucho entusiasmo, esperando siempre lo mejor, sabiendo que teníamos que adaptarnos nuevamente a los cambios, reinventándonos y sacando lo mejor de cada uno.
De pequeña me enseñaron a saber degustar la vida de varias perspectivas, una de ellas y la que recuerdo con mucho cariño siempre son las palabras de mi abuela:, “El amor hijos, lo demuestro en mi mesa”; Llegar a Arequipa era un placer para los sentidos, sabíamos que nos encontraríamos con variados potajes, cada uno muy bien decorado, con flores hechas de verduras y hasta parecía que había puesto los colores de la comida de acuerdo a los manteles, paredes y vajilla de porcelana (una vajilla inglesa con flores de jazmín, de las cuales quedaron solo las tazas, aquellas, donde tengo el placer de tomar el te a las 5:00 de la tarde). Nos sentábamos a la mesa y sentíamos que el tiempo no existía, algunas veces no estábamos de acuerdo con algo, pero siempre juntos, ella sabia que sus sabores, olores y texturas nos unirían siempre, o los poemas leídos por mi abuelo mi papi ye , en voz alta (siempre en el momento justo, después de terminada la cena), el postre siempre tenia palabras dulces de poetas famosos, como el seminarista de los ojos negros, del poeta español, Miguel Ramos Carrión, creo que fue en esas tertulias que aprendí a ver la poesía con otros ojos y leer las entrelineas de la vida siempre con palabras dulces y sabor a pastel.
Crecimos con historias, historias de aventuras, esfuerzos, cambios y dificultades, como mi abuelo, mi papa Rene, desde chico tuvo que adaptarse a mil dificultades, pero supo tener la frente en alto, ajustarse nuevamente la corbata y volver a empezar; Mi papa nos contaba historias de su casa, como era el llegar a ella y el placer que daba abrir la puerta, aquel olor a café recién pasado por mama Sofía inundaba los sentidos, la música suave y los rallos de sol por la ventana, invitaban a sentarte y sentirte protegido, con solo el olor, podías sentir la suavidad de sus manos y calentarte entre ellas, mirando unos ojos verdes que con dulzura te daban la bienvenida.
Las dificultades y los cambios siempre han sido y serán parte de nuestra vida, saberlas llevar con optimismo, con la frente en alto y volver a empezar, es y serán parte del camino, pero siempre mirando, que hay en el, que huellas nos deja y que rescatamos de todo.
Hubo un tiempo en casa, que fue difícil, mi mama sabia inventarse y reinventarse en todo, no solo en su trabajo. Fue secretaria de una Universidad, una financiera (pasando mil examines y aprobándolos, nosotros sabíamos como los detestaba, pero los pasaba todos, incluso salía mejor que muchas chicas jóvenes detrás de ella) terminado sus años laborales en una iglesia, además vendía de todo; pero quiero contar específicamente una acción en particular, una acción que como siempre nos lleva a los sabores de la vida. Recuerdo abrir el refrigerador y no encontrar lo que me “antojaba”, mi mama con su astucia y picardía, agarro un apio y entre risas y tomadas de pelo, cocino una crema de apio deliciosa, recuerdo estar sentados en la mesa del comedor, veía por el espejo biselado con marco de madera, el reflejo de mi papa, mi hermano y mi mama, observaba que reían, comían y disfrutaban, me observe a mi misma, me mire a los ojos, que con lagrimas seguía riendo y pensé, se puede ser mas feliz ?
Pasados los años, al ingresar a la Universidad, conocí a personas muy especiales para mi, que hasta el día hoy puedo decir que son mis amigas de Corazón, recuerdo llegar a casa de una de ellas, cansada y fastidiada, teníamos que hacer mil trabajos y todos eran para ayer, pero mi animo subía al encontrarme con una sonrisa muy peculiar, manos amables y olor a pastel, la tía Vicky sabia como subir el animo de cualquiera, con la hora del café y el pastel, dándonos energía y entusiasmo para seguir adelante. Trabajar por las tardes en casa de Mary era antojarnos de todo, siempre había tiempo para un break, hacer un pie de limón o respetar la hora del te a las 5:00 pm, con galletas cream crackers y palta; hace unos meses, repetimos esta hora del te en Miami y NY, encontrar las galletas fue un poco difícil pero la tradición tenia que continuar, no solo son las galletas, el pedazo de pastel o el te, va mas allá, hablamos de complicidad, de tiempo, para poder reír y disfrutar.
Mis hijos están acostumbrados a los cambios y ven los días disfrazados de oportunidades, saben inconscientemente, que un ser humano es exitoso no solo por su inteligencia sino por su capacidad de adaptación, espero que la vida les de muchos cambios mas para seguir creciendo y mejorando.
Hoy, llevamos dos meses de estar en cuarentena en Perú por el COVID 19, algunos amigos tanto en Perú como en España, nueva Zelanda, México, usa, india , Canadá, corea, Francia entre otros, me cuentan sus experiencias, como este virus afecta a su país y comunidad, como ellas, con inteligencia y astucia tratan de llevar un poco de risas a la mesa, muchas veces desanimadas, tristes, con ganas de no hacer nada; pero he llegado a rescatar algo en sus diálogos, la palabra “tiempo”. Como Vivi que volvió su sala y comedor en una cancha de vóley para sus tres hijos deportistas, teniendo hasta campeonatos familiares, para luego comentarlos en una deliciosa cena y seguir disfrutando del “tiempo” en familia.
Por todo lo enseñado y degustado en la vida, ojalá, pasados los años, mis hijos puedan recordar un poco de casa en cada sabor, que cada bocado, les de esperanza, que sepan, que el compartir a distancia un pastel hecho con amor, vale mas que el dinero, que piensen, que no solo se alimenta un cuerpo hambriento, se alimenta un alma cansada y se entrega con paciencia mucho cariño.
La vida estos últimos años, ha sido muy agitada, muy rápida y esta se mide en tiempo, tiempo para atesorar recuerdos, para las risas, para degustar la vida de a gotas, para saber leer que detrás de este pequeño plato, el que sea, tiene diseñado en sus formas, el calor del hogar.
Si, me gusta cocinar, pero no solo es la cocina, son los recuerdos, son los sabores, son las canciones que la envuelven, es el arte, el placer a los sentidos y ahora en esta cuarentena valorar el tiempo para disfrutarlos.
Al final, sabemos que no importa el país donde nos encontremos, si estamos juntos; ya que juntos podemos agregarle ese picante a la vida y balancearla. No se que historias o recuerdos contaran mis hijos mañana, pero estoy segura que tendrá un buen plato con sabor a risas o lagrimas y tal vez se acuerden de mi al tomar el café, sabrán que el tiempo pasa, pero los recuerdos jamás, sabrán que hay que tomar pausas para disfrutar la vida y que cuando se miren al espejo, sepan, que si, si, se puede ser mas feliz, si se puede dar mas, con algo tan sencillo como una sopa de apio.
Mayo 23 del 2020