top of page

La arquitectura como producto Cultural



Deseo compartir con ustedes un poco de lo que he podido aprender y reflexionar sobre esta temática tan interesante cual es la vinculación entre la arquitectura y la cultura. Particularmente, desde mi experiencia de vida en diferentes sociedades, y a partir de mi visión de arquitecta, de mujer y de mi interés personal sobre el arte en general.



La arquitectura, como menciona Forero La Rotta (arquitecto, catedrático de la universidad catolica de Colombia) , actúa como una muestra de la identidad y representación de una colectividad. Es decir, las formas físicas y las estructuras tienen la capacidad de reflejar el pensamiento y la visión del pasado, presente y futuro de una determinada sociedad. La arquitectura, por ejemplo de una ciudad, puede ser entendida como un símbolo de la organización colectiva que representa (incluidos sentimientos y emociones), en la cual cada individuo se reconoce a sí mismo como parte de ella, desempeñando, al mismo tiempo, un papel de referencia histórica en los diversos períodos temporales de existencia.


Bajo esta perspectiva, y entendiendo la vastedad y complejidad de esta temática, quisiera desarrollar seis aspectos concretos sobre la base de mi propia experiencia.


Primero, la arquitectura es un producto cultural. Constituye una expresión de los elementos centrales que determinan un grupo social y su entendimiento del mundo. Como en toda creación humana, por particulares y locales que sean sus expresiones, es siempre posible identificar en ella, algo que es común a todos los hombres en un determinado contexto, sus imaginarios, sociales, es decir, aquello que los une, identifica y los proyecta socialmente, aunque la razón de ser de una construcción haya sido realizada para cubrir meras necesidades de abrigo, cobijo y convivencia.


Por ejemplo, para comprender lo que es la catedral de Chartres en francia, decía el antropólogo estadounidense Clifford Geertz, se debe trascender las propiedades de la piedra y vidrio y aquello que podría ser común a todas las catedrales, para comprender la relación entre dios, el hombre y la arquitectura que rigieron al momento de su construcción. Haciendo sentir al hombre minusculo frente a esta inmensidad llamada Dios.


Esto apela a acercarnos a la arquitectura desde una perspectiva diferente, enfatizando la atención en sus elementos ideológicos, no solo estructurales, sino en aquello que busca motivar y despertar en la comunidad a la que está dirigida y que es esencial para la convivencia misma de sus individuos. Teniendo en cuenta que los materiales que utilizamos tambien tienen un lenguaje simbolico muy importante, como la trasparencia y translucides de los vidrios o vitrales, el almohadillado de piedras, la rugosidad de algunos materiales y sus combinaciones, logrando una lectura de emociones particular.



En el Japón, por ejemplo, independientemente de las tradicionales ceremonias religiosas que se llevan a cabo en los grandes templos y santuarios síntoistas, quisiera nombrar, aquel rito especial, que se desarrolla al mismo tiempo en una arquitectura singular, cual es la ceremonia del té, aún vigente en la actualidad, el “wabi-cha” como es llamado en Japon, fue creado por el monje Murata Shuko, en el siglo XIV.


El referido ritual, si bien es una creación japonesa, se remonta a antecedentes provenientes de la China. Fue introducida inicialmente en los monasterios budistas, como parte de los rituales religiosos que fomentaban la meditación.


El “so-an”, es la pequeña cabaña con tejado de paja donde se realiza la ceremonia del té. Este recinto mide de dos a cuatro tatamis, (0,95×1,90 m cada uno, dependiendo de la región) al que se ingresa, en algunos lugares, por una pequeña puerta de no más de 1.10m. de alto. Ello obliga a que entremos a la casa siempre inclinándonos en señal de saludo y respeto. La decoración consiste en solo un arreglo floral llamado ikebana.


Esta ceremonia busca constituirse en un compendio de sensaciones dirigida a estimular los sentidos. La vista se deleita con los jardines detrás de sus amplios ventanales, el oído encuentra el sonido de las fuentes de agua o la música, las flores perfuman el ambiente, el tacto acaricia las vasijas corrugadas y el amargo del té, al que le sigue el dulce bocadillo final, que estimula el gusto con el contraste de sabores. Asimismo, este ritual propicia el diálogo y la conversación motivada por algún poema colgado para la ocasión.


En esta atractiva ceremonia, en donde los anfitriones caminan en una especie de danza, se genera, en conjunto, una experiencia singular que desde la filosofía japonesa busca mostrar una línea de separación muy delgada entre lo dulce y amargo de la existencia y de la vida, y la distinción del fondo de la forma que la genera. En alguna ocasión, preguntaron qué era más importante, el agua o el vaso. Algunos dijeron el vaso, pero si no existiera el agua no habría vaso, en cambio el agua puede existir por sí misma.


En ese contexto, la arquitectura de estos espacios es central para propiciar esta ceremonia, es más, es parte de ella, reflejando las tradiciones, creencias y comunicación simbólica del pueblo japonés.


Un segundo aspecto que quisiera comentar, es que la arquitectura como producto cultural es también un elemento que facilita la convivencia ciudadana, pues a través de los rasgos, localización, forma e imagen de los espacios públicos se establece un sentido de identidad y diferenciación frente a otras comunidades, es decir, la arquitectura como expresión de un lenguaje cultural propio.



Es interesante penetrar, por ejemplo, en la mentalidad de los primeros pobladores de Chefchaouen en Marruecos, fundada a fines del siglo xv por refugiados judíos sefardíes - el término sefardí se empleaba para los judíos de Al Andalus (expulsados por los reyes católicos en el año 1492), quienes buscaron reproducir en sus calles estrechas de trazado irregular y casas cubiertas con cal, esa similitud con los pueblos andaluces en un espacio rodeado de tradición musulmana y beréber ( quienes son una etnia milenaria, reliquia del mundo preislámico, que vive en diversos lugares del norte de África y que ha logrado transmitir su lengua y sus tradiciones de generación en generación a pesar de su complicado devenir histórico)


Esta ciudad posee una muy hermosa medina (centro histórico) y comercios que hasta hoy mantiene ese espíritu colectivo de distinción a partir de su arquitectura. Ese azul celeste, que también contribuye a ahuyentar a los insectos, te acompaña en todo momento y te envuelve, y que hoy se ha fusionado con los colores de las alfombras bereberes, cántaros, platos y lámparas, olores de más de 30 tipos de especias y tradiciones especiales.



Otro aspecto característico entre la vinculación entre la arquitectura y la cultura es la capacidad de convertirse en un medio de acercamiento y promoción de la interconexión social. Establece los escenarios donde la comunidad evoluciona y se entrelaza generando nuevas manifestaciones culturales identificables a través de viejos y también nuevos comportamientos colectivos. Es decir, entendiendo la historia como conjunción de la mentalidad colectiva con la expresión material que le permite expresarse.


Por ejemplo, en la iglesia San Juan Chamula, en la región de Chiapas, México (Chamula es un gentilicio utilizado para nombrar a diversas etnías mayas que habitan la sierra de este país), el espacio arquitectónico es una fuente de reforzamiento cultural particular.


En 1524 los españoles conquistaron esta ciudad, muy cerca de San Cristóbal de las Casas. La arquitectura del templo católico es de estilo colonial, pero lo que lo hace especial y peculiar es su interior, que no puede fotografiarse, debido a las mismas creencias de los chamulas.



Allí no se encuentran las tradicionales bancas para sentarse y rezar, pues los habitantes se arrodillan en el suelo para hacerlo mientras realizan rituales mestizos entre el pensamiento católico y las creencias prehispánicas, generando una atmósfera mística muy especial. Los creyentes oran frente a velas multicolores de diferentes tamaños, el piso está casi por completo cubierto de ramas de pino, pues en la creencia chamula se trata de un árbol sagrado, esencial como elemento de vinculación con Dios, mientras las velas iluminan el camino hacia este encuentro.


Las figuras de los santos tienen espejos, permitiendo una confesión de manera personal mientras tu reflejo te observa, reforzando ese principio chamula de no mentirse a sí mismos.


En nuestro país, los españoles cubrieron con yeso las paredes del templo Coricancha para redirigir, hacia la religión católica y sus santos, la veneración y respeto antes expresado al principal dios inca: el Inti (Sol), espacio a donde solo se podía entrar en ayunas, descalzo y con una carga en la espalda en señal de humildad, según lo indicaba el sacerdote mayor Willaq Umu. Un ejemplo de la misma filosofía, utilizada en Cuernavaca, cuando los españoles solían colocar una piedra sagrada azteca en el centro de la cruz católica para lograr la veneración de los antiguos mexicanos.


Un cuarto aspecto que deseo destacar al entender la arquitectura como producto cultural, es su capacidad de expresar en formas materiales algo, que va más allá del tiempo y contar hermosas historias que nos inspiran.


Uno de los más grandes vestigios arquitectónicos de la India y hoy maravilla del mundo moderno, es el Taj Mahal. No solo por su arquitectura majestuosa, que refleja el poderío y riqueza de los emperadores mogules con influencias islámicas, persas, indias y turcas, sino por el trasfondo simbólico de su construcción.


El Taj Mahal fue edificado entre 1631 y 1654, en la ciudad de Agra, India, a orillas del río Yamuna, por el emperador mogol Sha Jahan en honor a su esposa preferida, Mumtaz Mahal (la "Elegida del Palacio" o la "Joya del Palacio"), que falleció al dar a luz a su catorceavo hijo.


La profunda depresión de Sha Jahan se cristalizó en este impresionante mausoleo, símbolo de su amor, con materiales traídos de muchos países y regiones, como Arabia, Egipto y el Tíbet, así como de varios lugares de la India.


Una vieja tradición popular sostiene que Shah Jahan previó construir un mausoleo idéntico en la ribera opuesta del río Yamuna, reemplazando el mármol blanco por negro. Un puente de plata uniría ambas tumbas. Sha Jahan fue destronado y encarcelado por su hijo Aurangzeb. El único placer del que disfrutó este emperador caído en sus últimos días fue contemplar desde su ventana en la prisión era el mausoleo de su amada Mumtaz Mahal en el horizonte.


Como quinta reflexión quisiera referir el caso de aquellos elementos arquitectónicos que son borrados del mapa como producto de las guerras externas e internas o desastres naturales. La cultura nacional o local se enfrenta al dilema de la reconstrucción. En algunos casos sociedades prefirieron representar el nuevo espíritu colectivo vanguardista y ordenamiento urbano moderno como en aquellos sectores destruidos en Frankfurt o Rotterdam

y en otros volver a reponer aquellos monumentos y construcciones que, en su perspectiva, forman parte indispensable con su identidad que les permite continuar en su vida colectiva como la ciudad de Hildesheim en Alemania, que reconstruyó su pasado medieval que la había configurado como una de las ciudades históricas más importantes de Alemania hasta antes de la segunda guerra mundial.



De igual forma, Katmandú en Nepal viene reconstruyendo su riqueza arquitectónica y monumental luego del lamentable terremoto producido en abril del 2015 con el fin de recobrar esa atmósfera tan especial y única que ofrecía a sus habitantes y visitantes, a través de la esencia de un pasado milenario innato a su identidad.



Un sexto aspecto que me interesa particularmente refiere a la creciente homogeneización de la arquitectura de las ciudades en grandes partes del mundo. Si entendemos y afirmamos que la arquitectura constituye una fuente de comprensión e identificación de una determinada sociedad y que actúa, al mismo tiempo, en el establecimiento y reforzamiento de un lenguaje simbólico que la aglutine, debemos preguntarnos qué pasa en la ciudad moderna o llamada por algunos como “ciudad industrial”. ¿Es acaso la arquitectura moderna replicada indistintamente y sometida a intereses meramente funcionales y de consumo dejando de lado la identidad cultural del lugar en que se encuentra y no tomando en consideración alguna su entorno o ambiente?.


Considero que no, pues estos modernos diseños reflejan, por un lado, el reforzamiento de un pensamiento actual que exalta el progreso, el crecimiento material y nuevos imaginarios culturales que privilegian el consumo y la novedad, y por otro, representan al capitalismo como ideología económica y social dominante a escala global, la cual es percibida como superior al resto de expresiones sociales y culturales existentes. La consecuencia de ello, que se explica también en este binomio arquitectura y cultura, es la generación de estructuras gemelas y marcas universales que hacen imposible determinar su ubicación geográfica.


A modo de resumen y conclusión, quisiera remarcar, como idea central, la función de la arquitectura como elemento de revelación de la identidad de una determinada sociedad, así como de la comprensión de sus transformaciones en sus diferentes momentos históricos.


Debemos ser conscientes, sin embargo, en el hecho de que es muy difícil encontrar procesos completamente similares incluso en una misma ciudad, los cambios arquitectónicos pueden ser un reflejo de una o varias trayectorias mentales o históricas paralelas a veces en espacios territoriales muy pequeños, y que frecuentemente nos pueden presentar muestras arquitectónicas aisladas o a partir de influencias foráneas específicas.


La ciudad, con su continuo crecimiento y complejidad, es también una fuente de contradicciones con estructuras políticas, económicas y culturales variadas y a veces en conflicto.


Lo cierto es que la arquitectura, trasciende el mero aspecto artístico o estructural, como volumen armónico o placentero a la vista, sino que representa una fuente profunda de conocimiento de cada sociedad y de su evolución.


Y no es necesario para disfrutar de este ejercicio de reflexión, “que normalmente pasamos por alto”, realizar viajes a lugares exóticos. Exploremos nuestro alrededor, nuestro barrio, nuestras casas vecinas, la iglesia del distrito y escuchemos lo que tienen para contarnos y para permitirnos entender más de nosotros y de nuestra colectividad.


A nosotros los arquitectos, que tenemos la suerte de ejercer una profesión que constituye un arte y una expresión cultural sublime, no tenemos que olvidar, que en la imaginación y gestación de un diseño estructural está también presente la responsabilidad y posibilidad de transmitir una identidad, un sello cultural, un sentimiento, particularmente en un país tan culturalmente rico como el nuestro.


Lima, Peru - Junio 2016


bottom of page